San Domecio vivió en Persia en el cuarto siglo. En su juventud fue convertido a la Fe por un Cristiano llamado Uaros. Dejando a Persia, el se acerco a la ciudad fronteriza de Nisbis (en Mesopotamia), donde fue bautizado en uno de los monasterios y recibió también la tonsura monástica.

Corriendo de la mala voluntad de algunos de los monjes, San Domecio se mudo al monasterio de Santos Sergio y Bacos en la ciudad de Theodosiopolis. El monasterio estaba bajo la dirección de un Archimandrita llamado Urbelos, un ascético muy estricto, de quien se dice que no había comido comida cocinada por sesenta años, tampoco dormía acostado, pero tomaba su descanso parado, apoyándose con un bastón.

En el monasterio San Domecio fue ordenado como diacono, pero cuando el Archimandrita decidió ordenarlo como Presbítero, el santo considerándose indigno, se escondió en una montana sola en Siria, en la región de Cirrus.

Cuentos sobre el santo circulaban entre los habitantes locales. Ellos venían a verlo para ser curados y para recibir ayuda. Muchos paganos legaron a Cristo por Domecio. Una vez, en el local donde San Domecio batallaba con sus discípulos, llego el emperador Julián el Apostata (361-363), viajando en su campaña contra los Persianos. Por orden del emperador, soldados encontraron a San Domecio orando con sus discípulos en una cueva, y lo encerraron vivos.




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