Según la traducción, el santo tenía una celda no lejos de Constantinopla. Pero, bajo el gobierno de León VI y Alejandro, fue llevado a la ciudad, arrestado bajo sospecha de espionaje. Como se rehusara a contestar los cargos que se le atribuían durante un minucioso examen, fue golpeado con varas y suspendido de los pies. Fue después expuesto a los leones, pero como no recibiera de ellos ningún daño, fue arrojado al mar y se dice que fue devuelto a tierra sano y salvo por los delfines Al día siguiente, temprano por la mañana, fue caminando a la ciudad, donde curó de fiebre a un hombre que era llevado en camilla y que lo recibió en su casa. Sus milagros y su santidad se hicieron pronto famosos. Fue varias veces seriamente maltratado, debido a la firmeza con que censuraba la maldad en las altas esferas. Cuando Constantino Porfiriogénito trataba de obtener una parte del imperio, el santo le predijo su fracaso y profirió muchas otras notables profecías. Basilio nunca tuvo escrúpulos en amonestar a las princesas Anastasia e Irene cuando consideraba que la reprensión era necesaria. Murió a la edad de cien años y fue sepultado en la iglesia de un monasterio de monjas en Constantinopla.




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