Jacobo nació en la diócesis de Kastoria de padres llamados Martín y Parasceva. Jacobo se hizo rico trabajando como pastor, incurriendo así en la ira de su hermano, que lo acusó ante los turcos de haber encontrado un tesoro enterrado. Jacobo huyó a Constantinopla, donde empobreció. Cierta vez fue un invitado de un bey [gobernador provincial] turco. Los turcos comían carne, pero Jacobo ayunaba. El bey dijo: «¡Grande en verdad es tu fe cristiana!», y relató cómo su esposa su esposa había estado enferma de la mente, y cómo, tras intentar todos los médicos y medicinas, la había llevado al patriarca para que leyese oraciones sobre ella. Tan pronto como el Patriarca abrió el libro para orar, una luz celestial llenó la iglesia; y al terminar la oración, su esposa había sido sanada. Jacobo, escuchando como el bey exaltaba la fe crsitiana, se deshizo de todo lo que tenía y se marchó a la Santa Montaña [de Atos], donde se hizo monje en el monasterio de Iviron. Vivió en ascetismo en la Santa Montaña, y padeció por la fe en Jedrena a manos de los turcos el 1 de noviembre de 1520. Sus reliquias, que obran milagros, y las de sus discípulos son atesoradas en el monasterio de santa Anastasia cerca de Salónica.




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