San Abercio, obispo de Hierápolis en Frigia en tiempos de Marco Aurelio, fue bendecido con la gracia de hacer milagros y del celo apostólico.

En una celebración en honor de Apolo, San Abercio fue instruido por revelación divina a destruir los ídolos. Durante la noche ingresó al templo de Apolo y dio vueltas todas las estatuas de ídolos que se encontraban allí. Al iniciarse el bullicio la mañana siguiente, Abercio desafió a la multitud diciendo que los dioses tal vez se emborracharon durante la noche después de haber recibido las ofrendas de sus fieles. Una multitud de enfurecidos hombres se abalanzó sobre él pero San Abercio, orando, expulsó los demonios de tres de los jóvenes que incitaban a la multitud. Así, el pueblo al ver el milagro aceptó a Cristo y se convirtieron todos. San Abercio durmió en paz en el año 167 (o de acuerdo a otros en el 186) luego de trabajar incansablemente por el rebaño que le había sido confiado.

W. M. Ramsay, un arqueólogo de finales del siglo XIX, descubrió cerca de Esmirna y en el lugar del emplazamiento de la antigua Hierápolis la tumba de San Abercio, cuyo epitafio grabado en piedra y en griego resume la historia del santo.


Tropario (Tono 4)

Tus obras veraces, te han manifestado a tu rebaño, como canon de la fe, imagen de mansedumbre y maestro de la abstinencia, Padre y Obispo Abercio. Por consiguiente, por tu humildad lograste la exaltación y por la pobreza la riqueza; Intercede, pues ante Cristo Dios que salve nuestras almas.

Kondakion (Tono 2)

La Iglesia de los fieles te aclama, Abercio, como gran sacerdote y digno compañero de los doce apóstoles del Señor. Por tus Oraciones, bendito jerarca, conserva a la iglesia libre de toda herejía, oh milagroso.




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