Dionisio es contado entre los otros Setenta apóstoles (cfr. San Lucas 10:1-12). Este maravilloso hombre era de una noble familia pagana en Atenas. Terminando su educación en aquel lugar, se marchó a Egipto para aprender más. Estando él allí un cierto día, el Señor Jesucristo expiró en la Cruz, y el sol se oscureció en Egipto por tres horas. Entonces Dionisio exclamó: «O bien está sufriendo Dios, el Creador del mundo, o se está acabando el mundo». Al regresar a Atenas, se casó con una mujer llamada Damaris y tuvo hijos con ella. Era miembro de la más alta corte en Grecia, llamada el Areópago, y desde entonces fue siempre conocido como el Areopagita. Cuando el apóstol Pablo predicó el Evangelio en Atenas, Dionisio fue bautizado con toda su casa (cfr. Hechos 17:34). Pablo lo consagró obispo de Atenas (habiendo él dejado su esposa, hijos y posición por amor a Cristo), y viajó extensamente con Pablo, llegando a conocer a todos los otros Apóstoles. Especialmente fue a Jerusalén para conocer a la Santísima Madre de Dios, y escribió acerca de este encuentro en una de sus obras; además, estuvo en el entierro de la Purísima junto a los otros Apóstoles. Cuando su maestro, san Pablo, sufrió el martirio, Dionisio deseó morir también esta muerte, y se marchó a la Galia para predicar el Evangelio entre bárbaros, acompañado del presbítero Rústico y del diácono Eleuterio. Sufrieron mucho, pero tuvieron gran éxito. A causa de sus labores, muchos se convirtieron a la fe cristiana y Dionisio construyó una pequeña iglesia en París en la cual celebraba los servicios divinos. (Pero algunos historiadores opinan que este Dionisio de París es una persona diferente a san Dionisio el Areopagita). Cuando tenía noventa años, fue capturado y torturado por causa de Cristo, junto a Rústico y a Eleuterio, hasta que los tres fueron degollados con espada. La cabeza de san Dionisio fue expulsada a gran distancia, cayendo a los pies de una mujer cristiana llamada Catula, que la enterró junto a su cuerpo. Sufrió en tiempos de Domiciano, en el año 96 d. C. Escribió varias obras famosas: «De los nombres divinos»; «De las jerarquías celestiales»; «De las jerarquía eclesiásticas»; «De la teología mística»; y «De la Madre de Dios».
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