Este Concilio se reunió en Éfeso en el año 431 d. C., en tiempos del emperador Teodosio el Joven. Doscientos padres asistieron al mismo. El Concilio condenó a Nestorio, el patriarca de Constantinopla, por su doctrina herética sobre la Santísima Virgen María y sobre el nacimiento del Señor. Nestorio se negaba referirse a la Santa Virgen como Madre de Dios, sino que la llamaba sólo Madre de Cristo. Los santos padres, al condenar la herejía de Nestorio, confirmaron que la Santa Virgen debe ser llamada Madre de Dios. Además de esto, se confirmaron las decisiones de los dos primeros Concilios Ecuménicos, especialmente el Credo Niceno-Constantinopolitano, y se ordenó que nadie podía añadir o quitar nada de este Credo.




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