Santa Gliceria, fue una virgen cristiana que sufrió el martirio en Heraclea, en la Propóntide, a fines del siglo II. Gliceria era hija de un senador romano que vivía en Trajanópolis de Tracia. La santa confesó abiertamente la fe ante el prefecto Sabino, quien ordenó a los soldados que la llevasen a ofrecer sacrificios en el templo de Júpiter. En vez de obedecer, Gliceria derribó la estatua de oro del dios y la hizo pedazos. Los verdugos la colgaron por los cabellos y la azotaron con varillas de acero, pero no consiguieron hacerle daño alguno. Entonces la encarcelaron y la privaron de todo alimento, pero un ángel le llevaba diariamente la comida. La santa fue arrojada en un horno, pero las llamas se apagaron al punto. Finalmente, los verdugos le arrancaron los cabellos y la echaron a las fieras, pero Gliceria murió antes de que éstas la tocasen. En Heraclea se erigió una espléndida iglesia en su honor.




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