Nacido el 11 de febrero de 1507, estaba de pie en la Iglesia un día, siendo aún joven, cuando escuchó al sacerdote leer del Evangelio: «Ninguno puede servir a dos señores» (San Mateo 6:24). Se llenó de temor al oír estas palabras, como si hubiesen sido dichas a él solo, y fue iluminado en ese mismo momento. Se retiró al monasterio de Solovetsk, donde, tras un largo y difícil noviciado, recibió el hábito monástico. Eventualmente se convirtió en abad y, resplandeciente como el sol en santidad, se hizo conocido en toda la tierra de Rusia. Por esto, el zar Iván el Terrible lo transfirió a la sede vacante de Moscú como metropolitano en 1566. Pero el santo varón no podía contemplar indiferentemente las atrocidades de ese terrible zar, sino que primero lo aconsejaba firmemente y luego lo denunciaba sin temor. El zar encontró falsos testigos en contra de Felipe, lo destituyó, lo depuso de todo rango excepto el de simple monje, y lo arrojó en la prisión de Tver. El 23 de diciembre de 1569, Maliuta Skhuratov, un emisario del zar, entro a la celda de Felipe y los asfixio con una almohada. Mas una terrible muerte rápidamente sobrevino a todos los que se habían opuesto a Felipe. Después de algunos años, el cuerpo del santo fue hallado intacto e incorrupto, y emanando un fragante aroma. Fue entonces trasladado al monasterio de Solovetsk.




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