El monasterio de San Sabas se encuentra en Jerusalén. En los años Heraklion (620-641), los árabes se dirigieron hacia el monasterio creyendo que tenían muchos de tesoros.
Las expectativas de los invasores se vieron defraudadas, cuando los monjes les advirtieron que no existían tales tesoros, y que solo contaban con la oración, esto enojo mucho a los bárbaros y obligaron a los monjes a negar a Jesucristo sino los iban a matar a todos.
A pesar de las amenazas nadie negó a Cristo, por lo que algunos monjes fueron decapitados, otros horrorosamente descuartizados y algunos clavados con sus espadas.
De esta manera, estos santos padres hasta el final, guardaron su fe, tomando el camino para la eternidad cerca de Cristo.
Esta gran fe de los santos mártires monjes nos recuerda las palabras del Apóstol Pablo donde dice: «el justo vivirá por la fe». (Gálatas 3:11)




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