San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia.
El Papa Gregorio I, con más justicia llamado "Magno," el primer Papa que fue monje, ascendió a la silla apostólica cuando Italia se hallaba en una condición deplorable, como consecuencia de las luchas entre los ostrogodos y el emperador Justiniano, que terminaron con la derrota y muerte de Totila, en el año 562. Roma era la que más había sufrido: en siglo y medio fue saqueada cuatro veces y conquistada otras tantas en veinte años, sin que nadie se hubiera ocupado en restaurar los daños ocasionados por el pillaje, el fuego y los terremotos. San Gregorio escribió sobre esta situación, hacia el año 593: "Nosotros vemos lo que ha llegado a ser aquélla que antes fue señora del mundo. Abatida por las inmensas y múltiples desgracias que ha sufrido... ruinas sobre ruinas por doquier... ¿Dónde está el Senado?... ¿Dónde está el pueblo?... Nosotros, los pocos que hemos quedado, estamos amenazados cada día por la espada e incontables pruebas... Roma desierta está en llamas..."
La familia que ya había dado a la Iglesia dos Papas, Agapito I y Félix III, tatarabuelo de Gregorio, era una de las pocas familias patricias que aún quedaban en Roma.
No era posible que un hombre con el prestigio y el talento de San Gregorio permaneciera en la oscuridad en aquellos tiempos agitados, y no tardaron en ordenarle séptimo diácono de la Iglesia Romana para enviarle como "apocrisiarius" papal o embajador ante la corte bizantina.
Las Misas Gregorianas para difuntos tienen su origen en este período. Justus, uno de los monjes que estaba enfermo, confesó haber guardado tres coronas de oro y el abad prohibió severamente a los hermanos tener contacto con él y visitarlo en su lecho de muerte. Cuando murió, fue excluido del cementerio de los monjes y enterrado en un muladar junto con las piezas de oro. Sin embargo, como murió arrepentido, el abad ordenó que se ofrecieran misas durante treinta días para el reposo de su alma y se tiene el propio testimonio de San Gregorio de que, al término de ese período, el alma del difunto se le apareció a Copiosus, su hermano natural, asegurándole que había estado atormentado, pero que ahora se encontraba libre.
Aunque Gregorio se dedicó a asistir a sus conciudadanos sus inclinaciones seguían la dirección de una vida de contemplación y no tenía ninguna intención de ser Papa, si lo podía evitar: le escribió al emperador Mauricio pidiéndole que no confirmara la elección; pero según nos cuenta Gregorio de Tours: "Mientras estaba preparándose para huir y esconderse, fue detenido y llevado a la Basílica de San Pedro y allí se le consagró para el cargo pontificio; fue presentado como Papa al público que lo aclamaba." Lo anterior tuvo lugar el 3 de septiembre de 590.
El Santo murió el día 12 de marzo del 604.




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