San Esteban pertenecía a una familia judía, que vivía en el exterior — quiere decir fuera de la Tierra Santa. Estos judíos se llamaban helenistas porque cultivaban la cultura griega, que dominaba en el imperio romano. Después que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, la iglesia empezó a crecer rápidamente y se presentó la necesidad de preocuparse por los huérfanos, viudas y pobres en general, quienes fueron bautizados. Los apóstoles ofrecieron a los cristianos de elegir entre ellos a siete hombres calificados para preocuparse por los necesitados. Después de consagrar a estos siete hombres como diáconos (es decir ayudantes, colaboradores) los apóstoles los nombraron como sus ayudantes más cercanos. Entre ellos se destacaba, por su inquebrantable fe y facilidad de palabra, el joven Esteban llamado archidiácono que quiere decir, el primer diácono. Muy pronto los diáconos, además de la ayuda a los pobres empezaron a participar en las oraciones y en las ceremonias religiosas.

Esteban predicaba la palabra de Dios en Jerusalén. Fundamentaba la verdad de sus palabras con presagios y milagros. Su éxito fue muy grande y esto provocó el odio de los fariseos, rigurosos defensores de la ley de Moisés. Ellos lo agarraron y lo llevaron a Sanedrín, supremo tribunal de los judíos. Ahí, los fariseos presentaron a falsos testigos, quienes aseguraban que el ofendía a Dios y al profeta Moisés en sus predicaciones. Justificándose delante del Tribunal, san Esteban expuso delante de Sanedrín la historia del pueblo judío y demostró, citando los ejemplos, como los judíos siempre se oponían a Dios y mataban a los profetas que Él enviaba. Escuchándolo los miembros del Tribunal se exasperaron más y se encolerizaron.

En este momento Esteban vio como se abría el Cielo sobre él y exclamo: "Veo al Hijo del Hombre a la diestra de Dios." (Hechos (7: 60) Los miembros de Sanedrín se enojaron mucho cuando lo escucharon. Se tapaban los oídos, se tiraron sobre Esteban y lo arrastraron fuera de la ciudad. Ahí, de acuerdo a la ley, los falsos testigos fueron los primeros en lapidarlo. Un joven llamado Saulo asistía custodiando los mantos de los lapidadores. El estaba de acuerdo con el asesinato de Esteban. Cayendo bajo la lluvia de las piedras, Esteban exclamó: " Señor, no les imputes este pecado y reciba mi alma." Todo lo acontecido y lo dicho por Esteban en Sanedrín lo describió el evangelista Lucas en el libro "Hechos de los apóstoles" — capitulo 6:8.

Así, el archidiácono Esteban fue el primer mártir por Cristo en el año 34, después del nacimiento de Jesús Cristo. Después empezó en Jerusalén la persecución de los cristianos. Para salvarse, muchos tuvieron que irse a diferentes partes de Tierra Santa y a los países vecinos. Así, la fe cristiana empezó a divulgarse en diferentes partes del imperio Romano. La sangre del protomártir no fue derramada en vano. Muy pronto Saulo, quien estaba de acuerdo con este asesinato, se hizo cristiano y se convirtió en famoso Pablo — uno de los más exitosos predicadores del Evangelio. Cuando, muchos años después, Pablo visitaba Jerusalén y fue también apresado por una enfurecida muchedumbre judía quienes querían lapidarlo. Hablando con ellos el se acordó de la muerte inocente de Esteban y de su participación en ella (Hechos cap. 22).




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