En el siglo VI, cuando gobernaba Diocleciano y Maximos en Nicomidia había muchos cristianos, el obispo Antimos hombre digno e infatigable, noche y día rezaba por las almas de sus fieles.
Este progreso cristiano aumento la envidia de idolatras y quisieron eliminar las iglesias cristianas, especialmente a las más grandes y céntricas de la ciudad.
Para esto organizaron para la fiesta de Navidad, hacer una matanza de cristianos en Nicomidia, los fieles mientras tanto, sin conocer esto, se habían reunido para festejar el nacimiento de Cristo.
El obispo, al informarse que estaban rodeados por un ejército y ciudadanos idolatras armados, ordenó que se realice rápidamente el misterio de la Comunión. Luego bautizó a los catecúmenos para que tengan una salvación segura.
Entonces los idolatras prendieron fuego al templo, donde pereciendo miles de creyentes
Este trágico hecho no disminuyo el número de miembros de la iglesia, por lo contrario multiplicó aun más las personas que abrazaban la fe. Esta situación nos recuerda las palabras de Nuestro Señor Jesucristo que dijo:” edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” Mateo 16:18




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