San Mauricio un comandante del ejercito de la ciudad de Apamea en Siria, sufrió en el año 305 bajo el emperador Maximiano Galerio (305- 311) junto a su hijo Fotinos y setenta de sus soldados (solo los nombres de dos soldados se conocen, Teodoro y Felipe).


Durante la persecución, un sacerdote pagano le informo al emperador que San Mauricio estaba derramando la fe en Cristo. Al traerlos al juicio, San Mauricio, su hijo y su soldados, fueron interrogados y amenazados, pero ninguna tortura ni amenazas pudo lograr que ellos abandonaran su fe. Fueron golpeados sin misericordia, quemados en las llamas y sus cuerpos rastrillados con ganchos de acero. El joven Fotinos al final de sus severas torturas fue decapitado por la espada ante los ojos de su padre quien siendo testigo de tan gran martirio. La tormenta cruel no rompió el espíritu de San Mauricio, quien sintió contento que su hijo fue otorgado la corona de mártir.


Las torturas continuaron con mas intensidad. Los mártires fueron llevados a un pantano lleno de mosquitos, avispas y jejenes, atados a los árboles y sus cuerpos embarrados con miel. Los insectos picotearon sus a los mártires quienes se encontraban débiles por hambre y mucha sed.


Los Santos toleraron estos tormentos por diez días sin dejar de orar y glorificar a Dios hasta que el Señor le puso fin a sus sufrimientos. Los malvados verdugos dieron ordenes que los mártires fueran decapitados y que dejaran sus cuerpos sin enterrar, pero la comunidad Cristiana en secreto enterró los restos de los Santos mártires esa misma noche en el lugar donde fueron ejecutados tan horrible.




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