San Eustacio vivió en la segunda mitad del siglo XIII, durante el reino del rey serbio Esteban Uroš (1262-1320). Nació en la diócesis de Budim en el seno de una piadosa familia cristiana, en donde recibió una crianza espiritual. Distinguido por sus extraordinarios talentos, Eustacio fue encomendado por sus padres a un tutor para que lo entrenara en la sabiduría espiritual. Estudió la Sagrada Escritura con particular diligencia, perfeccionándose en la piedad y las buenas obras. Al terminar su educación, el joven entró al Monasterio del Arcángel Miguel en la región de Zeta (Montenegro), llevando una estricta vida monástica. Pronto llegó a ser conocido como un estricto asceta. Desde allí emprendió un viaje a Jerusalén para venerar el santo sepulcro del Señor. En el viaje de regreso visitó el Monte Athos, estableciéndose allí en el monasterio serbio de Hilandar. San Eustacio adquirió gran renombre y amor como un asceta estricto y buen maestro, y muchos venían a él para recibir consejo espiritual. Mas tarde, se convirtió en el abad del monasterio. Después de muchos años, el santo fue consagrado obispo de Zeta y regresó a su tierra natal. Experimentado en la vida espiritual y en los asuntos eclesiásticos, se ganó el amor de sus compatriotas, y continuó siendo un ejemplo para su rebaño. San Eustacio fue elegido arzobispo de Serbia después de la muerte del arzobispo Joanicio. San Eustacio dirigió la Iglesia serbia por siete años, y murió alrededor del 1285. Su cuerpo fue enterrado en el monasterio de Žiča, siendo luego transferido a Peć y colocado en la Catedral de los santos Apóstoles Pedro y Pablo.




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