En el octavo día después de su nacimiento, el Divino Niño fue presentado en el Templo y circuncidado según la Ley que existía en Israel desde el tiempo de Abraham. En esta ocasión le dieron por nombre Jesús, el cual el arcángel Gabriel había anunciado a la Santísima Virgen María. La circuncisión del Antiguo Testamento era el prototipo del bautismo del Nuevo Testamento. La circuncisión de Nuestro Señor muestra que él tomó un verdadero cuerpo humano y no una apariencia, como enseñaron más tarde los herejes. Nuestro Señor también fue circuncidado porque deseaba cumplir lo totalidad de la Ley que él mismo había dado mediante los profetas y los antepasados. Cumpliendo la Ley escrita, él la substituyó por el bautismo en su santa Iglesia, como proclamó el apóstol Pablo: «Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación» (cfr. Gálatas 6:15). (En el ciclo del calendario litúrgico de la Iglesia, esta Fiesta de la Circuncisión del Señor no tiene ni antefiesta ni posfiesta).




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