Este glorioso y victorioso santo nació en Capadocia de padres ricos y virtuosos. Su padre sufrió por Cristo y su madre se mudó entonces a Palestina. Al llegar a la adultez Jorge entró al ejército, y a la edad de veinte años alcanzó el rango de tribuno, estando así al servicio del emperador Diocleciano. Cuando Diocleciano comenzó una terrible persecución contra los cristianos, Jorge vino ante él y valientemente confesó ser cristiano. El Emperador hizo que lo arrojaran en la prisión, que lo pusieran en el cepo y que colocaran una gran piedra sobre su pecho. Después de esto, el Emperador ordenó que Jorge fuese atado a una rueda bajo la cual había una tabla cubierta de clavos, y que se le rotara hasta que todo su cuerpo se convirtiera en una sola llaga sangrante. Después, lo enterraron hasta el cuello en una fosa y lo dejaron allí tres días y tres noches. Entonces un cierto mago le dio un veneno mortal a beber. Pero en medio de todos estos sufrimientos, Jorge oraba a Dios y Dios le sanaba instantáneamente y le salvaba de la muerte para gran sorpresa del pueblo. Cuando Jorge resucitó a un hombre mediante sus oraciones, muchos aceptaron la fe de Cristo. Entre estos estaban Alejandra, esposa del emperador Diocleciano; el sumo sacerdote pagano; y los agricultores Glicerio, Valerio, Donato y Terino. Finalmente, el Emperador ordenó que tanto Jorge como su propia esposa Alejandra fuesen decapitados. Los milagros que han ocurrido sobre la tumba de san Jorge son innumerables. Sus apariciones han sido numerosas, tanto en sueños como abiertamente, a aquellos que lo invocan y piden su ayuda desde aquel tiempo hasta el día de hoy. Encendido con amor por Cristo el Señor, no fue difícil para este santo Jorge el dejarlo todo a causa de este amor: rango, riquezas, honra imperial, amigos y el mundo entero. Por este amor, el Señor le recompensó con la riqueza de gloria inmarcesible en el cielo y en la tierra, y con vida eterna en su reino. Además, el Señor le otorgó el poder y la autoridad de asistir a todos los que en miserias y dificultades le honran e invocan. 


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