Este gran asceta y lumbrera de la iglesia rusa nació el 3 de mayo de 1314 en la aldea de Varnitsa, cerca de Rostov. Sus padres fueron los piadosos nobles, santos Cirilo y María. A los siete años, Bartolomé (pues era este su nombre antes de hacerse monje) fue enviado a estudiar junto con sus hermanos, pero sin importar sus mejores esfuerzos, apenas podía leer o escribir. Finalmente, Bartolomé oró a Dios con lágrimas implorándole que le concediera el saber de los libros. Cierto día, Bartolomé se encontró con un ángel de Dios que, disfrazado de monje, le dio su bendición y le preguntó que deseaba. «Con todo mi corazón», dijo, «deseo aprender a leer y a escribir, santo padre; ore a Dios por mí para que me conceda ser letrado». El anciano bendijo al niño, y dándole a comer pan de la prósfora, le dijo: «Esto te es dado como un signo de la Gracia de Dios y para el entendimiento de las Santas Escrituras». Bartolomé llevó al ángel a la casa de sus padres, donde para asombro de todos bendijo al niño para leer el Salterio. Antes de irse, el anciano profetizó: «Grande será su hijo ante Dios y ante el pueblo. Él se convertirá en una morada elegida del Espíritu Santo». Después de estas cosas, Bartolomé perseveraba en la oración constante, la asistencia a todos los Servicios Divinos, y el más estricto ayuno. Tras la muerte de sus padres, Bartolomé se retiró con su hermano Esteban al bosque cercano a Radonezh, donde su familia se había mudado en 1328. Allí fundo el Monasterio de la Santísima Trinidad, y fue finalmente tonsurado al monasticismo en 1337. Eventualmente muchos vinieron a unirse a él, y junto con sus compañeros de monasticismo se ocupó en el trabajo, la oración, y la batalla espiritual. Al querer reorganizar el monasterio los monjes se rebelaron contra él, y san Sergio se fue en secreto para fundar otro monasterio; pero muy pronto los monjes, arrepentidos, rogaron al Patriarca que les enviara de nuevo a Sergio como padre y abad. El santo regresó con gran amor y obediencia. A causa de la pureza de su vida, fue hallado digno del don de sanar a los enfermos y de obrar milagros - incluso, según una tradición, de levantar en el nombre de Cristo a uno que había muerto. La Santa Madre de Dios se le apareció un número de veces en visiones. Príncipes y obispos venían a él para recibir consejo, y él dio su bendición al Gran-príncipe Dimitri Donskoi, prediciendo su victoria en la guerra de liberación rusa contra los tártaros. Tenía la capacidad de ver los corazones de los hombres y de conocer acontecimientos futuros. Todos glorificaban a Dios por el Monje Sergio, a quien veneraban como a uno de los santos padres de la antigüedad; pero la gloria humana no socavó al gran asceta, que permaneció siendo el modelo de la humildad monástica. Su comunidad se llenó de monjes durante el curso de su vida, y ha sido uno de los principales centros de la vida espiritual en Rusia a través de los siglos. San Sergio durmió en el Señor el 25 de septiembre de 1392, y sus últimas palabras a los monjes fueron: «Hermanos, tengan atención de sí mismos. Tengan temor de Dios, pureza de alma, y amor sin hipocresía».




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