La Santa Gran Mártir Eufemia (16 de septiembre) sufrió el martirio en la ciudad de Calcedonia en el año 304, durante el tiempo de la persecución contra los cristianos por el emperador Diocleciano (284-305). Un siglo y medio más tarde, cuando la iglesia cristiana se volvió victoriosa en el Imperio Romano, Dios le concedió a Eufemia la Alabadísima el ser una vez más testigo y confesora de la pureza de la doctrina ortodoxa.

En el año 451 en la ciudad de Calcedonia, en la misma iglesia donde se encontraban las glorificadas reliquias de la Santa Gran Mártir Eufemia, se llevaron a cabo las sesiones del IV Concilio Ecuménico (16 de julio). El Concilio se había reunido para determinar las fórmulas dogmáticas precisas de la Iglesia Ortodoxa respecto a la naturaleza del Dios-Hombre Jesucristo. Esto fue necesario debido a la extendida herejía de los monofisitas ["mono-fisis", que significa "una naturaleza"], que se oponían a la doctrina ortodoxa de las dos naturalezas en Jesucristo, la naturaleza Divina y la naturaleza Humana (en una Divina Persona). Los monofisitas falsamente afirmaban que en Cristo tenía una sola naturaleza: la Divina [es decir, que Jesús es Dios pero no hombre por naturaleza], provocando discordia y malestar dentro de la Iglesia. En el Concilio estuvieron presentes 630 representantes de todas las Iglesias cristianas locales. Del lado ortodoxo estaban Anatolio, el Patriarca de Constantinopla (03 de julio), Juvenal, Patriarca de Jerusalén (02 de julio), y los representantes de San León, Papa de Roma (18 de febrero) quienes participaron en las deliberaciones conciliares. Los monofisitas estaban presentes en gran número, encabezados por Dióscoro, el Patriarca de Alejandría, y el archimandrita Constantinopolitano Eutiquio.

Después de prolongadas discusiones entre las dos partes, no pudieron llegar a un acuerdo decisivo.

El santo patriarca Anatolio de Constantinopla, propuso que el Concilio sometiera la decisión de la disputa al Espíritu Santo, a través de su indudable portadora Santa Eufemia la Alabadísima, cuyas reliquias milagrosas habían sido descubiertas durante las deliberaciones del Concilio. Los jerarcas ortodoxos y sus oponentes escribieron sus confesiones de fe en tomos separados y sellados. .Abrieron la tumba de la santa Gran Mártir Eufemia y colocaron ambos tomos en su pecho. Entonces, en presencia del emperador Marciano (450-457), los participantes en el Consejo de sellaron la tumba, poniéndole el sello imperial y el estableciendo una guardia para vigilarla durante tres días. Durante estos días, ambas partes se impusieron ayuno estricto e hicieron oración intensa. Después de tres días, el patriarca y el emperador, en presencia del Concilio abrieron la tumba con las reliquias: el tomo con la confesión ortodoxa se encontraba en la mano derecha de Santa Eufemia, y el tomo de los herejes estaba a sus pies. Santa Eufemia, como si estuviera viva, levantó la mano y le dio el tomo al patriarca. Después de este milagro muchos de los indecisos aceptaron la confesión ortodoxa, mientras que los restantes obstinados herejes fueron condenados por el Concilio y excomunicados.

Después de la invasión de los persas en el siglo VII, las reliquias de Santa Eufemia de Calcedonia fueron trasladadas a Constantinopla, a una nueva iglesia dedicada a ella. Muchos años después, durante el período de la herejía iconoclasta, el relicario con las reliquias de la santa fue lanzado al mar por orden del emperador iconoclasta León el Isáurico (716-741). El relicario fue rescatado del mar por los hermanos Sergio y Sergonos, quienes se lo entregaron al obispo local. El santo obispo ordenó que las reliquias se conservaran en secreto, debajo de una cripta, ya que la herejía iconoclasta seguía haciendo estragos. Una pequeña iglesia fue construida sobre las reliquias y sobre el relicario se puso una placa con una inscripción que indicaba a quien pertenecían las reliquias que descansaban en su interior. Cuando la herejía iconoclasta fue finalmente condenada por el santo Séptimo Concilio Ecuménico (en el año 787), durante el tiempo de San Tarasio, Patriarca de Constantinopla (784-806) el emperador Constantino VI (780-797) y su madre Santa Irene (797-802), las reliquias de la santa Eufemia Gran Mártir fueron una vez más solemnemente trasladadas a Constantinopla.




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