Esta fiesta, conocida en el Oeste como la presentación de Cristo en Templo o la Purificación de la Bienaventurada Virgen María, lleva en el Este el título «Encuentro» (griego, Hypapantē; eslavo, Srétenie) – esto es, el encuentro de Cristo con su pueblo. Nuestro Señor, traído al Templo por su Madre y por José, ahora encuentra a su pueblo escogido en las personas del anciano Simeón y la profetisa Ana. Con esta fiesta concluye la secuencia de la Natividad, que comenzó unos ochenta días antes con el inicio del ayuno de la Natividad.

En el Encuentro, como en la Natividad y en la Teofanía, la Iglesia medita sobre la kenosis, el completo vaciarse a sí mismo del Verbo encarnado. Aquel que es el Dador de la Ley es obediente él mismo la Ley: «Aquel que una vez dio la Ley se somete hoy a las ordenanzas de la Ley, en su compasión haciéndose como nosotros por nuestra causa» (Litia de las Vísperas). Los textos para esta día están basados en parte en el cántico de Simeón, el Nunc Dimittis (cfr. San Lucas 2:29-32): hablan de la salvación que Cristo ha venido a otorgar; de la gloria y luz de la revelación que han sido concedidas mediante su Encarnación.




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