Su padre ocupaba un alto cargo en el senado y era idolatra, su madre era cristiana. El Santo amo tanto la cruz de Cristo que a los 18 años, admitió con mucho valor su fe delante del Procónsul Marcian, sabiendo que lo esperarían torturas. Fue tan así que al terminar de hablar San Julián, el Procónsul ordeno que lo golpearan y lo tiraran a una celda. Entonces Marcian mando a llamar a la madre del Santo para que vea a su hijo y convencerlo que niegue a Cristo. Al verlo herido y muy golpeado hizo exactamente lo contrario, le pidió que mantenga su creencia cristiana y el amor a Cristo animándolo a soportar el martirio. Y así fue. Luego de unos días Marcian volvió a llamar al santo para saber si había cambiado de opinión, pero la respuesta fue negativa, e inmediatamente mando a poner al Santo en una bolsa de arena con serpientes venenosas y lo lanzó al mar, donde San Julián entregó su alma a Dios. “Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman” Epístola a Santiago 1:12




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