Todo lo que se puede afirmar con certeza sobre San Ticón, es que, en épocas muy antiguas, ocupó la sede episcopal de Amato, el sitio donde ahora se encuentra la ciudad de Limassol, en Chipre, y que durante varios siglos gozó de gran veneración por parte de los habitantes de la isla, quienes le llaman “el Milagroso” y le consideran el patrón de los viñadores. Los dos puntos de su vida que subrayan sus biógrafos, son estos: era hijo de un panadero y, cuando niño, acostumbraba a distribuir entre los pobres el pan que su padre le mandaba a vender; al enterarse el panadero, se indignó; pero al abrir la puerta de la bodega donde guardaba su harina, la encontró, por un milagro, llena a reventar, de manera que sus pérdidas quedaban ampliamente recompensadas. El segundo punto se relaciona con la época en que Ticón era obispo; por entonces poseía una pequeña viña, pero no tenía cepas qué plantar en ella. Cierto día tomó la rama de la vid que otro viñador había arrojado por considerar que estaba muerta y la plantó en sus tierras, mientras elevaba una plegaria para solicitar de Dios cuatro dádivas: que la savia volviese a circular por la rama seca, que la cepa produjese abundante fruto, que las uvas fuesen dulces y que maduraran pronto. Desde entonces, en la viña del obispo Ticón los racimos maduraban mucho tiempo antes que en cualquiera de los otros viñedos de la comarca, y esa fue la razón por la que se celebra la fiesta de San Ticón y se procede a la bendición de los viñedos, el 16 de junio, pero sólo en la región de Limassol, porque en otras comarcas de Chipre no se celebra la vendimia sino varias semanas después.




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