Vivió en el siglo VIII, en le época del emperador Leon III (717-741). Se caracterizo por su nobleza y valentía para defender la fe.
El Santo no se aisló en la soledad de su celda sino lo contrario, se lanzo a la buena batalla de los momentos críticos que se vivía, siempre con valor y como guía la fe ortodoxa, animado por supuesto por la palabra del Dios, donde dice: «¡Sé fuerte y ten buen ánimo! ¡No temas ni desmayes!» (1 Crónicas 22:13), estas palabras lo motivaban a avanzar con mucha determinación y valentía.
Particularmente Procopio sobresalió en su posición contra los heréticos monofisistas y también apoyaba la veneración de los iconos. El emperador León era un salvaje iconoclasta que persiguió y torturo a muchos que tenían la posición del Santo, estas persecuciones también la sufrió Procopio que con mas fuerza y la ayuda de Dios siguió proclamando la verdadera fe ortodoxa hasta el final de sus días.




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